3.28.2006

MI AUTOBÚS (3)

Ahora, que me siento inmersa en un eterno anuncio de compresas, donde todo son personas que se sonríen, donde todo son imágenes de buen rollo: un bebé muy pequeño completamente dormido en un saquito de esos que lleva su padre como si fuera una mamá canguro, mientras alrededor de ese ser tan pequeño y pacífico todo son coches, gente, gritos y cláxones; ese hombre con el síndrome de down, cogido de la mano de su padre, un hombre mayor que le explica el funcionamiento de no se qué máquina, mientras saludan ambos sonrientes al dueño de la floristería de la esquina; esa mujer mayor, anciana incluso, elegante, sonriente e impecable, que cede su asiento a alguien más joven pero con aspecto más cansado. Aquellos viejecillos que me contaban divertidos su visita al acupuntor mientras esperábamos en la parada. Va el rey y todo, me decían, pero a mi no se me pasan los dolores de espalda... Ahora... cierro mi libro y me dedico a disfrutar del placer de observarles.

Creo que se lo contaba hace poco a un amigo, a veces me tengo que contener para no abrazar a los desconocidos que me caen bien o que me inspiran ternura. Él me miraba serio y me decía que a él no le pasa. Yo creo que me miraba preocupado, incluso. Cuando no consiga contenerme y me detengan por acoso a viandantes, le llamaré a él. Seguro que lo entenderá.

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