DOS Y DOS, TREINTA
Una cosa que me llama la atención (porque soy un poco lenta, porque creo que es un tema que la gente viene comentando desde hace tiempo): Absolutamente tooooodo el mundo con el que hablo estos días que no está de vacaciones (e incluso algunos de estos últimos), estamos agotaos. Muertos, cansadísimos, estresadísimos.
Parecemos tontos. Nos inventamos unas fiestas para poder cagarnos en ellas todo el año. Juntamos todas las cenas, comidas, copas y vinos en dos semanas. Tenemos empacho durante un mes de todo lo que somos capaces de zampar en dos o tres o cinco cenas y cuatro o seis comidas.
Lo dicho, para mi que somos un poco tontos, pero si nos miramos con cierta distancia, podemos darnos mucha risa. Y oye, como todos sabemos, la risa es la salsa de todo este asunto.
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