10.03.2005

PROMESAS

Estamos en un autobús, en Madrid. Dos amigos están sentados y observan a la gente mientras se susurran cosas.
Él le dice a ella: ¿Ves a esa señora con rictus amargado? Pues en realidad está recordando aquella vez que se acostó con el portero de su edificio, una mañana solitaria en la que su marido y sus hijos la habían dejado de nuevo sola, y con esa sensación de esclava que puede llegar a dejar el silencio de un hogar.
Ella le dice a él: ¿Ves a ese chico que está de risas con sus amigos? Pues en realidad llora por las noches porque le gusta la niña gafotas y rara de su clase, y no se lo puede contar a nadie
Él le dice a ella: ¿Ves a ese señor del bigote con la cartera? Pues por las noches baja de su casa a darles de comer a los gatos abandonados del solar de al lado
Ella le dice a él: ¿Ves a este tan guapo de corbata? Pues le gustan las lentejas de su madre, y pasear con su abuelo por el campo.
Él le dice a ella: ¿Te has dado cuenta de lo cabreado que está el contuctor del autobús?
Ella le dice a él: Si, es un poco borde.
Él le dice a ella: No, te equivocas, ese señor llega a su casa y nadie sabe cuándo está enfermo, y le cuenta a sus plantas si ha tenido un mal día, y sueña con fiestas a las que no irá, y mira a las mujeres como a extraterrestres porque no habla con ellas más que para preguntar en precio de las cosas, y enciende la tele porque le recuerda que la felicidad a lo mejor existe fuera de su casa.
Ella le dice a él: Buf... ¿tu crees que nos pasará eso alguna vez a nosotros?
El le dice a ella: ¿a ti y a mi? ¿teniéndonos a mi y a ti? Nunca.

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