4.12.2008

Él

Hoy hace un año que murió una persona muy importante para mi. Un año entero sin él, 365 días llenos de horas sin contarle cosas, sin reír con él, sin soñar con un mañana, porque ese mañana ya no existe si él no está. Existirán otros, pero no ese. 
Hoy hace un año que él murió, después de, como se suele decir, una larga y penosa enfermedad que se llamaba cáncer de pulmón, y contra la que luchó como un valiente. Antes de morir me preparó a conciencia sobre lo que pasaría, sobre lo que yo tenía que hacer, sobre lo que tenía que durar, sobre lo que tenía que sentir. Yo también, por mi parte, estuve mucho tiempo preparándome para su ausencia. No sirvió para mucho. La pena de lo que pudo ser y no fue, la pena de lo que le quedaba por delante, la pena de no tenerle cerca... Aunque es imposible dejar de sentir cerca a alguien a quien queremos y que nos quiere, aunque ya no esté. 
Hoy, un año después, me siento relativamente satisfecha del camino recorrido. Imposible hacerlo sin ayuda, y he tenido toda la que he necesitado. 
Tengo dudas sobre si es bueno seguir sintiéndole cerca, pero he llegado a la conclusión de que dentro de mi sí que hay espacio para él. He llegado a estar de acuerdo con esa frase tan manida de que la gente que muere vive en nosotros. Se trata tan solo de una opción más. 

Ha sido algo tan especial y tan bonito que me resulta difícil a veces pensar en seguir caminando. Para qué, te dices a veces. Pero tengo esta genética tan fuerte, que me hace saber que si sigues caminando, todo pasa. 
No sólo yo le echo de menos. Me consta que mucha gente más. Aqui, en los blogs, en su casa, con su gente, y en otros lugares que sólo él conoce. 
He investigado, he buscado, he conseguido a pesar de todo convertirle en realidad, llenarle de defectos y de debilidades que le hicieran menos perfecto, que me ayudaran a conocerle mejor, en su verdadera dimensión. 
Siento una mezcla de injusticia y de resignación. De rabia y de pena y de ternura y de plenitud. 
Es complicado lidiar con la muerte. Es absoluta. Es un concepto complicado de asimilar. Podemos decidir lo que queremos que sea para nosotros, lo que pasa con el alma, lo que pasa con la energía, lo que pasa con el cuerpo del que ya no está. Lo que pasará con nosotros cuando ya no estemos. Nadie va a venir a contárnoslo, así que podemos optar por lo que más nos ayude a afrontarlo. Yo todavía no lo he decidido. Ha pasado un año, pero es demasiado pronto. 
Entre sus silencios y sus sonrisas ha dejado demasiados huecos. 

Me ha parecido que un año después podría hacer lo que he querido hacer desde el principio. Recordarle y nombrarle en esta página. Escribir el post más largo de este blog para él. No creo que le gustara. Te aguantas, le hubiera dicho. Y él me habría sonreído. 

Me gustaría pediros, a los que venís a leer, que en este post no dejáseis ningún comentario (no se quitar los comentarios para un único post). Por supuesto, este sitio es tan vuestro como mío y podéis hacer lo que queráis, yo sólo digo lo que a mi me gustaría. Gracias. 

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