10.22.2004

EL CONCIERTO MALDITO. Segunda parte

Con rueda pinchada incluida, traqueteando, seguimos por el carril de servicio hasta llegar a la gasolinera a la que suelen llevar los carriles de servicio de las autopistas. Allí preguntamos por un taller, y nos señalan un portón que había justo al lado. Estaba abierto. ¡Oh! ¡Milagro! El novio de Ruth decidió que ya había soportado bastante nuestras coñitas (nos ponemos pesaditas cuando nos da por reirnos de todo), y nos envió a tomarnos el maldito café. Mientras él negociaba con el mecánico, recibíamos llamadas de amigos que, o bien hacían la misma ruta que nosotros, o bien estaban en Galicia pero también de camino al concierto. La cosa se iba poniendo emocionante, y nosotros todavía en el quinto pino, preguntándonos si habría hostales por allí cerca para pasar la noche.

Por fin vuelve nuestro guía espiritual y nos dice que ya está, que se la ha cambiado en un momento, que sólo le ha cobrado treinta euros, y que le ha sacado un montón de fotos a la rueda estallada para la posteridad. Estupendo, de vuelta al coche. Yo voy como una marajá estirada en el asiento de atrás, pero no puedo dormir, incluso con el cansancio que tengo encima. Supongo que era todo demasiado excitante para dormirse.

Unas cuantas horas después (se pierde la noción del tiempo en los viajes de este tipo), nos metemos en un atasco en Benavente. Nunca me hubiera imaginado que hubiese atascos en Benavente, pero los hay. Un accidente. Se hace el silencio en el coche y cada uno vuelve a pensar en la suerte que hemos tenido. Pero la tensión y el cansancio van en aumento, porque llevamos unas horas de retraso.

Pasada la enésima crisis, entramos en Galicia. A mi ya se me humedecen los ojos, como me pasa siempre, "¿pero no veis que verde tan bonito?" La entrada en Galicia por la A6 es sobrecogedora, con los Ancares tan cerca. Bueno, y la famosa morriña que tengo a veces.
En el momento de entrar en Galicia, nos cuentan que Starsailor (grupo del que no había oído hablar en toda mi vida) ya han tocado, que el Monte del Gozo está lleno de gente, y que donde nos esperan. Y nosotros ni siquiera habíamos llegado a Lugo, y nos quedaban por lo menos un par de horitas de viaje. Bufffff.

Estamos hechos polvo. Yo me empiezo a preguntar quién me mandará a mi... y el conductor, el pobre, está agotado (pero eso si, todos mis ofrecimientos de conducir me los contesta con un "deja, da igual" también muy masculino, aunque es justo que diga que esos ofrecimientos los hacía mientras recitaba una plegaria para que me dijera que no). Pasamos por Lugo, y les guío por el único camino que me se para ir a Santiago, que es el más rápido según tengo entendido. Deben de ser las nueve y media. Y el camino que he escogido está lleno de curvas en las que nunca antes había reparado. Muse ya deben de estar terminando. A estas alturas, con llegar me conformo, y estoy pensando en irme directamente al hostal a dormir y mandar el concierto a la mismísima mierda. Pero no digo nada, soy joven y cobarde. Resistiré.

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