EL PAIS
Ayer El Pais cumplió 10.000 números. Esos son un montón de números. Millones de artículos. El Pais nació seis meses después de que naciera yo, que nací ocho días después de que muriera Franco.
No fue una costumbre que heredase de mi familia. Yo crecí al calor de la radio, desde que me despertaba por las mañanas, hasta la noche. Por eso identifico casi todas las voces de la radio, considero a Iñaki Gabilondo de mi familia, y por eso sigue acunándome por las noches hasta que me duermo.
Pero uno de mis primeros trabajos me obligaba a comprar tres o cuatro periódicos todos los domingos, y al final el único que leía era El Pais. Así nacen las tradiciones, porque cambié de trabajo y ya no sobrevivía al domingo sin mi periódico.
Ahora lo compro los viernes (por el cine y por Millás) y los domingos. Aunque lo ojeo todos los días.
Tengo mis propios rituales al leerlo (primero vistazo general y luego artículos de interés), he aprendido más Historia que en el colegio, maneras de entender la vida, la literatura, el cine, el arte, la pólitica. He aprendido a ser crítica, a no creérmelo todo al pie de la letra, a distinguir información de editorial, a conocer a los columnistas y he descubierto a algunos de mis escritores favoritos. Eso si, sigo sin entender las viñetas de El Roto.
Y miro con cierto respeto a la gente que lo lleva en la mano por la calle.
Así que, aunque a veces me cabree con él, soy fiel a mi periódico. Porque también es un poco mío.
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