10.06.2004

LA PEONZA

Ayer se me vino a la cabeza un argumento que quería desarrollar aquí. Al salir del trabajo ya estaba con mil ideas en la cabeza escribiendo en una libreta. En el autobús no fue fácil, pero seguí escribiendo. Llegué a casa, saludé por el pasillo mientras iba corriendo a mi habitación a poner mis ideas en orden. Dos folios, y venga a releer, y venga a reescribir. Una tremenda disertación sobre G., y su ego, y su inseguridad, y los orígenes de la humanidad. Un gusanito en la tripa.
Hoy ni siquiera me he molestado en releer lo que escribí. Sé que no voy a publicarlo. Ya no me siento así. Ya no estoy de acuerdo conmigo.

En realidad la razón es química, somos muy poco dueños (tal vez sería más apropiado decir dueñas) de nuestra sensatez si las células de nuestro ser se descolocan. Puede ser que a veces lo utilicemos como excusa, pero es poderosamente cierto. No es fácil de entender si no se siente.

O cómo ser mujer y no morir en el intento.

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