VINO Y ROSAS
No se porqué últimamente me resulta todo tan ajeno, como si me viese a mí misma a través de un cristal. Un cristal que hace de filtro del mundo.
Y consumí el primer minuto del 2005 besando a gente desconocida, en una casa extraña, rodeada de personas cálidas y amables, sintiéndome fuera de mi.
Una noche que no era mía, con unos compañeros de viaje que me ayudaron a no sentirme de prestado, que nunca dejan de cuidar de mi, aunque a veces no se den cuenta.
Una noche de amor de mentira en mi casa vacía, llena de cajas y de maletas, con mi habitación como una isla en medio de tanto cambio.
Y los dos primeros días del año envuelta por una paz infinita, por una soledad diferente, placentera y asumida, de las que no lastiman, de las que te hacen saber que contigo misma te bastas, y que los demás son un regalo que nunca debes dejar de agradecer.
Abrazándote sin soñar contigo.
Sonriéndote y sabiendo que nunca te echo de menos cuando te vas.
Sin sentirme vulnerable, por una vez.
Sintiendo que las riendas las tengo yo.
Y no dejo de pensar que es un buen comienzo.
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