INCOMPRENSIBLE
Cuando la abrazo, su cuerpo está blando, desmembrado, flexible al ímpetu con el que la rodeo en un intento vano de confortarla, de aliviarla, de dejarle que me traslade parte de un sufrimiento que la colma y le sale por sus ojos, a veces verdes, a veces azules, con los que me mira intentando que yo le explique cómo es posible que nos esté pasando esto.
Cómo es posible que la línea que separa la felicidad del horror sea tan fina, que dure apenas un par de horas el salto. Toda una vida de construir para que todo se caiga en un momento.
Todas las personas que les acompañamos, que les rodeamos, dedicamos esa misma mirada alucinada a nuestros propios círculos de calor, que nos rodean asimismo, en un intento de aliviar el dolor que te pertenece, aunque no sea tuyo.
Y mi conclusión, porque siempre tengo una por barata que sea, es que la vida es una puta mierda, pero sin ella no hay nada.
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