8.08.2010
8.03.2010
3.18.2010
TODO TIENE SU SENTIDO
"Sabes, no me va mal
aunque a veces aún te extrañe tanto
Mis sueños de esquimal
a veces los calienta tu recuerdo..."
Havalina, Sueños de esquimal.
aunque a veces aún te extrañe tanto
Mis sueños de esquimal
a veces los calienta tu recuerdo..."
Havalina, Sueños de esquimal.
Puedo decidir entre recrearme en tí, y pensar en qué bonito fue ser querida por ti. En qué bonito querías tú. Puedo hacerlo y sentirme reconfortada.
O puedo salir a la calle y atarme las cortinas al cuello, como una superheroína más, y buscar fuera de mi lo que no tengo. Y equivocarme y acertar. Y caerme y levantarme. Y reírme, y compartirlo, y hacer absurdas teorías sobre mis fracasos.
Porque ahora, unos años después, aunque fue maravilloso que me quisieras, se que esa forma de querer no es la que me gusta.
Y para descubrirlo he necesitado todo este silencio.
9.30.2009
JOSE
"El trapecista transparente
se ha enfundado su traje de cristal
con sus lentejuelas de agua
y su capa de papel celofán"
Walden dos, El trapecista transparente*
se ha enfundado su traje de cristal
con sus lentejuelas de agua
y su capa de papel celofán"
Walden dos, El trapecista transparente*
Este chico, desde la primera vez que lo vi, me conmueve profundamente. Su mirada, su aspecto, sus palabras. "Tengo una inteligencia límite. Limitada". No se. Es que me deja sin palabras.
*Walden dos ha sido seleccionado entre los 50 finalistas del concurso de maquetas de Heineken. Si sabes lo que es bueno, deberías votarles aqui.
9.23.2009
SÁLVORA Y SAN VICENTE
"Rozaste mi día con dedos de aguja,
con hebras de hilo, con veranos muertos.
Y en ese día, tus historias grises y ciegas
me enseñaron que cada segundo es una astilla"
Celesta, Maga
con hebras de hilo, con veranos muertos.
Y en ese día, tus historias grises y ciegas
me enseñaron que cada segundo es una astilla"
Celesta, Maga
La conocimos hace sólo un mes, mientras nos comíamos un arroz con bogavante frente a la isla de Sálvora, y desde entonces me sigue a todas partes. Si me siento en el sofá y me vuelvo a levantar porque se me ha olvidado el mechero, ahí está ella detrás de mi, aunque dos segundos antes estuviera roncando. Ella es así, me sigue con las patitas o con la mirada, se asegura de no perderme de vista.
Supongo que ya le pasó una vez, que perdió de vista a su dueño y no lo volvió a ver más. Y no quiere que le pase de nuevo. No me extraña.
Después de muchas vueltas, después de meditar si realmente puedo quedármela o no, de querer quedármela y de saber que no es posible, después de llevarla a todos los sitios para que la conozca mi gente, y se la quede alguno de ellos y así yo pueda verla siempre que quiera, no ha habido suerte. Se irá seguramente con unos desconocidos (conocidos de alguien), que me aseguran que la cuidarán bien. No estoy segura. Nadie la va a cuidar tan bien como yo.
Pero se que es lo mejor para las dos.
Por eso no dejo de llorar cuando la acaricio, mientras ella me lame las manos.
6.24.2009
CRÓNICA DE UNA CACHARELA
Cuando me bajo del autobús ya huele a humo y cenizas. Avanzo un poco y el olor es el inconfundible: sardinas.
Cuánto había echado de menos en Madrid las noches de San Juan.
No obstante, las colas para las sardinas que regalan en cada hoguera son tan largas que nos metemos en un bar a tomarnos un sandwich.
Con las pilas cargadas y muchas ganas de ver el fuego, llegamos a una hoguera masificada e intentamos ver la hoguera entre las cabezas y los hombros del personal. Vemos como un grupo de adolescentes saltan una y otra vez el fuego. Es algo primitivo, algo ancestral, el hombres saltando encima de las llamas y el humo para purificarse.
Hablamos de las hogueras de Coruña, de Vigo, del Grove. Hogueras junto al mar. Mar y fuego, lo más poético del mundo.
Llegamos a una hoguera mucho más asequible, donde podemos sentarnos a observar las llamas, sin coches, sin tantas aglomeraciones. Es que no regalan sardinas. La gente está charlando, bebiendo o mirando el fuego, que está bastante alto. Los primeros valientes empiezan a saltar. Uno no salta suficientemente alto y atraviesa el fuego. Se ha quemado hasta las pestañas el pobre. El resto hacen lo propio, los gallos del corral saltando una vez detrás de otra. Unos dicen que son tres veces, otros que son nueve.
Mi amiga Ana se entera de que lo que hay que quemar en la hoguera son las cosas malas, las cosas que no quieres que vuelvan, las cosas que quieres que se vayan. Ella lleva varios años quemando su oposición. Y así nos va, claro.
Quedamos en hacer nuestra propia hoguera cada una en su casa, para exorcizar nuestros propios demonios en un cenicero. A mi se me olvida cuando llego a casa. Tengo sueño porque mi vecino no me deja dormir por las noches con sus conciertos a partir de la una de la mañana.
No he quemado nada este año. Pero me siento purificada.
Por fin vuelvo a vivir las hogueras de San Juan.