BLA BLA BLA
Cuando era pequeña y escuchaba las conversaciones de mi madre con sus amigas, siempre pensaba que no quería ser mayor, porque me iba a morir del aburrimiento cuando tuviera que mantener ese tipo de conversaciones sobre la cocina, sobre las vidas de los demás, sobre la limpieza, sobre nosotros los niños, y nuestras cosas. Y aunque me creía muy lista, hace tiempo que sospecho que las conversaciones verdaderamente interesantes las tenían cuando yo no estaba.
Porque lo cierto es que ahora, que soy mayor (¿estoy oyendo risas? no se estará riendo nadie, ¿no?), las conversaciónes más placenteras y más interesantes suelen ser las que tengo con mi madre. No sólo porque es una persona muy especial, a la que he aprendido a admirar sobre todas las demás, sino porque me gusta lo que implica compartir una conversación, me gusta charlar con personas que no sólo piensan en ellas al hablar, disparando sus opiniones y sus vivencias sin cesar. Me gusta la parte de la conversación que implica compartir, el lenguaje no verbal, la mirada atenta y los hombros hacia adelante. Los temas que fluyen, el respeto a la opinión ajena, la sensación de aprender de los demás, y sobre todo, lo que implica una conversación relajada, el no tener que ser más listo ni más brillante ni más original que el de enfrente.
Creo que es una de las pocas cosas de las que podemos disfrutar plenamente a cualquier edad y sin tener que pagar.
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