11.08.2004

OFF

Me levanto de la cama, es de día ya, aunque sea tan temprano. No me consuela, sigue sin gustarme este cambio de hora del otoño.
Con la mente vacía y con la radio puesta, desayuno. Siempre sigo el mismo ritual, todas las mañanas, llueva o haga sol. A la ducha, sin pensar. Es lo bueno de tener un ritual, puedo hacerlo todo dormida porque ya me lo se de memoria.
Voy a la parada del autobús. Todavía no he conseguido hilar ningún pensamiento, tal vez alguna cosa que tengo que hacer al llegar al trabajo, pero poco más. Hay poca gente por la calle, lo que me hace recordar que casi todo el mundo en esta ciudad habrá hecho puente. Hum, el conductor guapo. Eso es que hoy he salido muy pronto de casa. Casi no hay gente en el autobús, ni en las paradas. Que maravilla.
Llego un cuarto de hora antes al trabajo. No me apetece regalársela. En fin, sólo está Rafa, mi jefe está de viaje y por ahora sólo somos tres en la oficina. Poca conversación, aunque tiene ganas de trabajar, se le nota. Asomo de mal humor en mi respuesta. Sabe que tiene que darme media horita para que yo me meta en internet, conteste algún correo, haga un poco el payaso y entonces ya me puedo poner a trabajar. Es un hombre difícil, pero ya nos tenemos cariño.
Se va a una reunión, nos veremos el miércoles. Adiós. Me voy a tomar un café, y me cobro el cuarto de hora en el súper haciendo la compra semanal. Soy una mujer de mi casa. Aunque incapaz de planificarme las comidas, después de varios años comiendo sola.
En el bar, entre música-basura, suena El Ultimo de la Fila. Sonrío. Estaba dandole vueltas a las hojas del periódico sin leer nada. Lo cierro. Dicen que el que canta su mal espanta. Coño, hace mil años que no escuchaba esta canción. Me voy tarareando, a ver si funciona.

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