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Debo ser una de esas personas que, como algunas flores extrañas, viven su mejor momento en el otoño y no en la primavera.
De repente mi vida social es como la de cualquier personaje de teleserie americana, entrando y saliendo todo el día, con planes apetecibles, visitas deseadas, sorpresas agradables y amigos entrando en tu casa sin llamar a la puerta. Bueno, vale, tampoco exageremos, que la puerta de mi casa está cerrada con llave como la de todo el mundo.
A lo que iba, lo único malo de ser flor de temporada es que todo se me junta en tres meses, y luego me paso el resto del año mirando fíjamente mi teléfono, a ver si así se acojona y decide volver a sonar otra vez.
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