ENJAULADO
Tengo ganas de gritar cosas en tu oído.
Pero no puedo.
Hay una frase que me martillea la cabeza. No se dónde la leí o la escuché, porque la he rescatado de una libreta de notas apuntadas hace algunos años.
La idea de ponerme a escribir sobre un lienzo en blanco sin ninguna idea preconcebida me encanta. Pero tiene peligro. Se me escapan las cosas entre las palabras. Además de que siempre suelo tener la misma idea al despertar. Se mezcla con las cosas que he pensado antes de quedarme dormida, pero en esencia es la misma.
Compro minutos. Los cambio por una sonrisa, o por un beso.
Lunes. Tengo sueño. Un pensamiento martillea mi cerebro. Me debato en la duda de qué lunes son mejores, los lunes tras un buen fin de semana, o los lunes tras uno aburrido.
La emoción en los ojos de los demás es lo único emocionante que hay en la vida.
(B-W) Él se ha levantado pronto. Está muy cansado y dolorido, pero hace un esfuerzo por meterse en la ducha y comer algo, porque sabe que tiene que hacerlo. Le espera un día largo y duro. Un día que se parece a todos los días. Cuando entra en su coche, apoya las manos sobre el volante. Sonríe. Se le ilumina la cara. El color negro de sus uñas le recuerda algunos abrazos.
Cualquier cosa que diga va a ser una estupidez porque estoy nerviosa por el viaje de este fin de semana. Llevo tres posts escritos y borrados.
Estiras el dedo para tocarme y yo me asusto. Pero luego te vas y creo que quiero que vuelvas. Y luego vuelves y ya no estoy segura de lo que quiero. Excepto durante pequeños instantes.
Ayer me desperté tarde y tuve que correr mucho para llegar tarde a trabajar. Como tenía tanta prisa no pude pensar en otra cosa en el autobús que no fuese lo que tenía que hacer al llegar a la oficina. Y el bus estaba lleno y tú olías mal. Cuando me senté en la mesa y encendí el ordenador me estabas llamando para pedirme cosas y no pude hacer mi media hora de los correos el post del día y la revisión de mis/tus blogs. Cuando me llamaste al móvil tuve que colgarte pronto aunque tenía ganas de hacer un descanso porque tenía que correr mucho para acabar lo que tenía que hacer por la mañana. Luego me fui a comer pero no calculé bien la ración y me hice demasiada comida y como estaba engullendo cuando paré de comer dejando la mitad en el plato ya me dolía la tripa. Aunque intenté respirar hondo en el sofá no funcionó y me siguió doliendo la tripa en el autobús de vuelta a la oficina. Intenté hablar contigo un momento por el messenger pero enseguida me tuve que desconectar casi sin decirte adiós. Trabajé con escasa posibilidad de escaparme a leerte y cuando lo hice un segundo no pude quedarme a decirte que tu post me pareció una preciosidad. Cuando me llamaste para tomar un café no podía ni cogerte el teléfono porque estaba haciendo acopio de toda mi paciencia para explicarte una cosa. Cuando por fin te devolví la llamada tuve que colgarte enseguida y no quería. Cuando salí del trabajo crucé la ciudad para buscar una cosa que es para ti. Y para ti y para ti y para ti también. Cuando volví a casa bastante tarde hablamos un rato pero las dos estábamos muy cansadas y solamente nos quejamos y nos quejamos y protestamos y nos reímos de lo mucho que nos fastidian los te-lo-dije. Y luego me llamaste y se me apagó el móvil y luego fui a verte y ya te habías ido a dormir y por fin decidí irme a dormir yo también sin hacer esas cosas que había querido hacer como decirte qué bonito era tu post o que tenemos que hablar o llamarte porque no se nada de ti desde que volviste de vacaciones o llamarte a ti para decirte que estoy harta de esto y quiero volver a mi/tu casa. Y ya te lo he contado todo menos dos cosas que son dos secretos.
Me encantaría saber por qué hay gente que no me gusta desde el principio. Y me gustaría saber cómo se puede evitar. Y cómo darle a esa gente una oportunidad. Y cómo crear un ambiente de trabajo agradable con alguien que no te gusta.
Es cierto que hay algunas cosas que han cambiado para mi desde que empecé a escribir en esta casa marrón. Ya no me siento nada anónima. Mucha gente que eran nicks en haloscan ahora son personitas de carne y hueso, a las que puedo abrazar y besar cuando quiera, gente que me conoce bien. Mensajes en el móvil o en el messenger que me preguntan si estoy bien después de describir alguna ensoñación melancólica, o algún recuerdo que quiero transformar.
Entre tu cuerpo y el mío, a lo largo de estos años, hemos ido colocando cuidadosamente escombros, trozos de madera, paredes de granito, escaleras que conducen a otros cielos, mentiras, silencios y viejos calendarios. Trocitos de vidas de otros, que no eran las nuestras.
Ayer me desperté con un cabreo descomunal. Pero tremendo. Ladré mi rencor por las esquinas, y le tocó pagarlo a todo ser humano que me crucé durante la primera media hora de mi domingo maldito. Después se fué difuminando mi enfado hasta quedar reducido a una pequeña columna de humo.
Este asuntillo del otoño que se avecina y del principio de muchas cosas molestas que traen rutinas de bufandas y de paraguas (espero que de muchos paraguas), es un poquito cansino. Ná... ni los más optimistas pueden negarlo. Lo de la vuelta al cole es deprimente, incluso para los que no somos profesores. Marca el final de estos meses trabajando a medio gas y viviendo a gas y medio.