CUANDO FUI AMELIE POULAIN
Las ventanas de los trenes son una hermosa manera de ver el mundo en cinemascope.
Especialmente si sólo tienes billete de ida, y muchas ganas de escapar.
Las ventanas de los trenes son una hermosa manera de ver el mundo en cinemascope.
He estado dos horas intentando tomar una decisión, que por supuesto no he tomado.
¿Por qué no vienes?
Ella siempre me dice que si no se de qué escribir, que escriba de ella. Que a ella no le importa nada un poco de protagonismo. Yo me río, y cuando ella lee algo aqui que le llama la atención y me pregunta, siempre le contesto que se lo he dedicado a ella. Y nos seguimos riendo.
Ayer por la noche, ojeando un periódico atrasado en la cama, y esperando a que los del piso de arriba terminaran de gritarse para poder dormir, descubrí una sección de contactos que nunca había visto. Eran muy pocos anuncios, y todos del tipo "te vi en la playa de nosedonde, llevabas bikini blanco y nos miramos cuando te voló la sombrilla. Soy el de verde" o "Nuestras miradas se cruzaron en la discoteca nosecuanto el sábado pasado, no dejaste de mirarme y no me atreví a presentarme, pero no te olvido. Soy el de los pantalones amarillos".
Damas y caballeros, quiero presentarles a los culpables, a mis particulares culpables. Y de abajo a arriba, que es como a mi me gustan las cosas.
Hay veces que lees o escuchas algo que hace tambalearse los cimientos de tus creencias. Y esa idea se te aparece como una posibilidad que sospechas que dentro de unos años puede convertirse en certeza. Pero que ahora no puedes asimilar. Y tampoco debes hacerlo. Mi salud mental es algo que debe protegerse del cinismo y del escepticismo en la medida de lo posible. Al menos por ahora.
Para jugar, para hacer círculos con palabras, para cantar una canción en tu oído y conseguir que pienses que nunca la habías escuchado, para asumir, para susurrar que cuando me equivoque necesito que sigas estando ahí, para hacer espirales con mentiras, y dardos con verdades. Para divertirse, para actuar cuando la ocasión lo merece. Para saltar sin importar quién me mire. Para no dejarme influir. Para no actuar cuando la ocasión no lo merece. Para callar. Para hablar. Para correr a tu encuentro. Para no reprimir los impulsos. Para admitir. Para tolerar. Para no tener miedo. Para que la luna llena nunca choque contra el suelo (Iván Ferreiro). Para no juzgar. Para hacer estrellas con los sueños y nubes con las pesadillas. Para valorar. Para mantener. Para sorprender. Para querer.
Extrañamente, a veces me despierto después de haber soñado contigo, con la sensación de que te revuelves en mi cama para abrazarme antes de que yo me despierte del todo y me levante, y el suelo frío de la cocina y el café hagan que te esfumes en las brumas de la realidad de un día nuevo, y lleno de posibilidades.
Me lo crucé al salir de la oficina y me siguió murmurando hasta la parada del autobús.
A veces sólo eres consciente de lo que te falta por contraste.
El cuerpo me pide que deje de mirarme un poco al ombligo y me dedique a mirar los ombligos de los demás. Eso incluye esta sala de estar, así que me tomo un descanso.
Una de las cosas que me aporta esta fe de vida internáutica es perspectiva. Y es una gran aportación, porque yo carezco completamente de ella.
Yo tenía muy clarito lo que os iba a pedir este año, pero parece ser que mejor que lo deje para otro año, así que he hecho una lista, como en mis mejores tiempos.
No se porqué últimamente me resulta todo tan ajeno, como si me viese a mí misma a través de un cristal. Un cristal que hace de filtro del mundo.